LA EVIDENCIA CIENTÍFICA DE QUE EL TAMAÑO SÍ IMPORTA

Afortunadamente, el final del mundial nos permite volver a concentrarnos en cuestiones relevantes. Cuando me senté a pensar sobre qué escribir, me acordé de una nota que publicó la semana pasada en el diario Clarín mi buen amigo Sebastián Campanario. La nota habla de sexo, pero a partir de tres estudios realizados por sociólogos y economistas, referidos al tamaño del busto, a utilidad marginal de las relaciones sexuales y a la relación entre el sexo y la ingesta de alcohol. Si bien los tres me parecieron originales y divertidos, como pueden imaginarse con sólo mirar la foto que ilustra este post, el estudio en el que me voy a concentrar es en el que está referido al tamaño de “las lolas”.

El estudio se llama “Bust size and Hitchhicking: a Field Study”, el autor es Nicolás Guéguen, un psicólogo social francés, profesor en la Université de Bretagne-Sud, que se dedica a estudiar el comportamiento de las personas en su relación con el sexo opuesto, y su objetivo era probar que la conducta de los hombres varía en función del tamaño del busto de las mujeres.

Para poner en marcha el proyecto, contrató a una chica veinte años, bastante linda, que usaba un corpiño talle A francés, con una copa de 10 centímetros, es decir que no se destacaba justamente por el tamaño de sus lolas. Acto seguido, le pidió que se vistiera de forma muy casual, es decir jeans, una camisa blanca y zapatillas, que no se maquillara, que se dejara el pelo suelto y que se parara al costado de una ruta e “hiciera dedo”. Guéguen monitoreaba todo el proceso y registraba los resultados desde un vehículo ubicado muy cerca, aunque en una posición en que no podía ser visto.

Cumplida la primera etapa, le pidió a la protagonista de su estudio que no cambiara nada en su vestimenta y que siguiera sin maquillaje y con el pelo suelto, pero que agregara unas pequeñas planchas de látex en su corpiño, de modo de llevarlo a un talle B, con una copa de 15 centímetros. Con ese cambio, ella volvió a pararse en el mismo lugar y nuevamente pasó un buen tiempo “haciendo dedo”. En la tercera etapa obviamente todo se mantuvo sin cambios, salvo el corpiño, que relleno mediante pasó a ser un talle C, con una copa de 15 centímetros, y ella volvió a hacer el mismo trabajo.

El sistema de monitoreo de Guéguen registró la conducta de 1200 vehículos, 400 de los cuales pasaron por el lugar durante la primera parte del estudio, 400 en la segunda y 400 en la tercera. De esos 1.200 vehículos, 774 eran conducidos por hombres, mientras que en los otros 426 las que manejaban era mujeres. Los resultados que obtuvo son bien interesantes.

En el caso de los vehículos manejados por mujeres, el porcentaje que se detuvo en los casos en que la participante de la prueba usaba el corpiño talle A, o el talle B, o el talle C, apenas varió entre el 7,6% y el 9,3%, lo cual no es relevante. Además quedó claro que el tamaño del busto no tuvo ninguna influencia, ya que pararon más autos cuando estaba usando el corpiño de talle A, que cuando usaba el de talle B.

Los resultados en el caso de los vehículos manejados por hombres fueron muy diferentes. Mientras la protagonista del estudio usó el corpiño talle A, el porcentaje de autos que paró para ofrecerse a llevarla fue de casi el 15%. Cuando cambió del talle A al talle B, aumentando en 5 centímetros su busto, ese porcentaje subió a casi un 18%. Pero cuando cambió de talle B a talle C y agregó otros 5 centímetros, el asunto empezó a tomar un cierto color: prácticamente 1 de cada 4 conductores paró para ver a dónde quería ir.

¿Babosos nosotros los hombres? No. De ninguna manera.