31 mayo 2011

LOS CHICOS Y LA TECNOLOGÍA


Hay temas en los que los fundamentalistas agreden a los que no piensan como ellos y las personas sensatas buscan posiciones conciliadoras que no reflejan lo que realmente piensan. Me refiero, por ejemplo, a qué características debe tener el matrimonio entre personas del mismo sexo, a la legalización o no del consumo de drogas, o a qué significa libertad de prensa. Pero desde hace algún tiempo tengo la sensación de que lo mismo está ocurriendo con el tema de la relación de los chicos con la TV, con Internet y con las redes sociales. Y eso ya me preocupa.

Días pasados participé de una reunión de padres de chicos de 5 y 6 años, muy agradable, en la que se habló del tiempo que éstos pasan frente a la TV o frente a la pantalla de una computadora navegando por Internet.

El debate puntual sobre la TV se inició a partir de la premisa de que un chico de 5 o 6 años entiende que un libro que lee o que le leen sus padres es una historia de ficción, mientras que cuando ve una película o una serie no tiene la capacidad de distinguir qué es ficción y qué es realidad. Eso implica entonces, que la TV no es adecuada para ellos o que deberían verla en compañía de algún mayor que los oriente.

Respecto de Internet, el foco se puso en dos temas. Uno fue la proliferación de sitios que son altamente inconvenientes para chicos de esas edades y el otro los riesgos a los que se expone alguien que ingresa a una red social. A igual que la TV, Internet no es un ámbito adecuado para un chico de 5 o 6 años y la supervisión de un adulto es casi imprescindible.

Afortunadamente nadie propuso prohibir la TV, Internet y las redes sociales. Por el contrario, durante el intercambio de opiniones hubo coincidencia en tomar como válida una parte de las premisas sobre las que se estaba debatiendo, pero también se relativizó otra parte. Y al final, como suele ocurrir en estos casos, la conclusión fue demasiado simple, pero dejó contentos a todos: TV sí, pero no tanta, e Internet sí, pero controlando a dónde se meten.

Sin embargo, un amigo que también estaba allí, fue brutalmente honesto y me hizo un comentario muy atinado que, de haberlo hecho en voz alta, posiblemente hubiera causado una revolución en el grupo. Dijo, palabras más, palabras menos, “Esta discusión desde hace años que no tiene sentido. El chico que desde bien chiquito no maneja un celular, un equipo de videojuegos, una PC, un iPad o que no sabe navegar por Internet, es un analfabeto. Lo de los riesgos es un gran mito.”.

Yo me reí, pero me quedé pensando en el tema. Y creo que en gran medida tiene razón. Cuando yo terminé el colegio, todavía no se había inventado la PC. Tuve que aprender “de grande” todo lo que tiene ver con la tecnología. Me costó y me sigue costando. No lo hago de manera espontánea, sino con ese esfuerzo del que no sabía y tuvo que aprender obligado por las circunstancias. Y ahora, que más o menos “la tengo clara”, me doy cuenta de que sin esos recursos posiblemente no hubiese podido nunca desarrollarme profesional ni personalmente. ¿Por qué entonces queremos limitar el acceso natural e inmediato que los chicos de hoy tienen a la tecnología, en base a los mismos criterios con los que decidimos a qué edad los dejamos ir a un boliche?

La relación que los chicos tienen hoy con tecnología es algo simplemente genial y maravilloso. ¡Es una bendición! Obviamente usarla conlleva riesgos. Pero no es más peligroso subir una foto a Facebook que cruzar la avenida 9 de Julio, a la altura de Corrientes, a las seis de la tarde. Tampoco hay multitudes de chicos con daño psicológico debido a la imposibilidad de diferenciar la ficción de la realidad en un programa de TV. No se trata entonces de limitar esa relación, sino de exigir que quienes tienen la posibilidad y hasta la responsabilidad de administrarla, trabajen en forma permanente para minimizar los riesgos que existen. Del mismo modo que, si el cruce de una calle es peligrosa, no promovemos que se clausure, ni le prohibimos a nuestros hijos que la crucen, sino que pedimos un semáforo.

No es bueno ponerse en la postura de que todo lo nuevo que puede presentar algún riesgo es malo y debe erradicarse. Tampoco caer es esa “actitud gris” de encontrar una frase que deje a todos contentos. El progreso implica cambios que, muchas veces, son muy positivos. Y cuando es así, no hay que dejar de decirlo.

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3 Comentarios / DEJÁ EL TUYO:

Gladis Graciela MORESCHI dijo...

Juan!!
cómo está? Me encantó el artículo , muy interesante.-
Los niños nacen y crecen en un mundo tecnológico muy diferente al nuestro sin dudas.... hay que reconocerlos usuarios y consumidores de esas tecnologías presentes en el cotidiano.-
Se trata de simplemente "educar a ese usuario y consumidor", allí aflora el control y la responsabilidad del adulto que debe acompañarlo en su manejo de las mismas favoreciendo el desarrollo de su espíritu crítico y reflexivo para minimizar los riesgos existentes por su mal uso.-
Los adultos debemos acomodarnos a los avances tecnológicos e intentar entender las incidencias de estos cambios en la vida de los niños que disponen de ella para usos y objetivos diversos ...... pero eso no resulta nada fácil.

Patricio Carranza dijo...

Siempre sostuve que Gutenberg fue el gran responsable del analfabetismo en el mundo. Hasta entonces, los libros —esa fuente inagotable de sabiduría— solo podían ser leídos e interpretados por unos pocos, autoproclamados aptos para separar la paja del trigo. Cuando todavía, en pleno siglo XXI, no hemos sido capaces de erradicar el analfabetismo en el mundo, ya se han sumado sin pedirnos permiso los analfabetos digitales (sí, nosotros).
Coincido con vos, Juanqui, y creo que la clave ahora no es ocuparnos de nuestros hijos (los nativos digitales) sino tratar de imaginar con responsabilidad qué clase de analfabetos tendremos en 20 o 30 años, y empezar ahora a trabajar sobre ellos.

Carlos Arias Alday dijo...

Juanqui comparto tu comentarios y que los chicos lean más en el formato que sea.

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