La Confitería del Molino es uno de los edificios más lindos y con más historia de la ciudad de Buenos Aires. Es un clásico exponente del estilo “modernista” (“art nouveau”, le llaman algunos), construido por el arquitecto italiano Francesco Terencio Gianotti, que, para la obra, trajo de su país puertas, ventanas, mármoles, manijones de bronce, cerámicas, cristalería y más de 150 metros cuadrados de vitraux. Tiene un frente impresionante. Está revestido íntegramente en piedra Paría, tiene un molino, que obviamente es de fantasía, y en su decoración se utilizaron mosaicos opalinos, capiteles de bronce y –créase o no- cerámicas de oro en la mansarda.
¡Quién no pasó por allí! , Los nombres de algunos de los visitantes lo dicen todo: Agustín P. Justo, José Félix Uriburu, Marcelo Torcuato de Alvear, el Príncipe Humberto, el Príncipe de Gales, Alfredo Palacios, los tenores Tito Schipa y Beniamino Gigli, las sopranos Lily Pons y María Barrientos, poetas y escritores como Leopoldo Lugones, Amado Nervo, José Ingenieros, Oliverio Girondo, Roberto Arlt y Ramón Gómez de la Serna, Lisandro de la Torre, Eva Perón, Niní Marshall, Libertad Lamarque, Carlos Gardel. También Madonna, que el 4 de marzo de 1996 grabó allí el video de su tema musical “Love don´t live here anymore”.
Lamentablemente, desde el año 1997.
Esta semana leí en los diarios que habría avanzado un proyecto de Ley que tiene por objeto recuperar la Confitería del Molino. La idea es que el Poder Ejecutivo Nacional compre y restaure el edificio, que haya una comisión dependiente del Congreso de la Nación que transforme al edificio en un centro dedicado a la democracia y al desarrollo de actividades de contacto con la comunidad, que ese centro sea administrado conjuntamente por el poder Ejecutivo Nacional y por el Congreso de la Nación, y que otorgue una concesión para explotar la Confitería.
¡Me parece chino! Es imposible que un esquema tan rebuscado pueda terminar bien.
Lo que no entiendo es por qué se inventa una solución tan complicada para un problema que ya hemos tenido en otras confiterías y cafés y que se ha solucionado muy bien. Me refiero a la Confitería Las Violetas y al Café de los Angelitos. Les pasó algo parecido. En algún momento tuvieron que cerrar sus puertas y luego fue imposible empezar de nuevo. ¿Saben qué se hizo? En los dos casos, se otorgó a un grupo gastronómico privado el derecho de explotar el negocio. Ellos las restauraron, las abrieron y hoy las hacen funcionar. Y les va bien. Sin comisiones del Congreso de la Nación, sin centros culturales, sin cosas raras.
Las fotos son bien elocuentes. A la izquierda y a la derecha, vemos fotos del café de los Angelitos y de la Confitería las Violetas. En el centro se ve la Confitería del Molino. Después de trece años sin hacer nada.
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