¡ODIO EL GIMNASIO!

Pretendo ser flaco, tener la panza como una tabla de lavar y que mi colesterol, mis triglicéridos y mi ácido úrico estén siempre en lo que los médicos llaman “valores normales”. Pero el metabolismo no me ayuda y en ese campo no soy una persona constante. Me encanta tomarme una cerveza fría, una buena copa de vino o un gin-tónic acompañado de una de esas picadas que te dejan sin aliento. Me gusta comer rico y bien. No sólo a la noche o al mediodía. A la noche y al mediodía. Y como pueden imaginarse, ¡odio el gimnasio!

No pensaba escribir sobre esta fobia, que en todo caso es para discutir con un buen psicólogo, pero leyendo la revista Oblogo encontré una nota de Hernán Casciari, del año 2008, titulada “Mínimos avances en la cama”, que me mostró sin lugar a dudas que los culpables de que existan los gimnasios… ¡somos nosotros mismos!

Casciari no se queja de los gimnasios. Su punto es que hemos evolucionado en todo, menos en el desarrollo de camas cómodas, que hagan que dormir sea un verdadero placer, siempre. ¡Recomiendo leer su post!

Mi teoría es que el gimnasio no es la respuesta a necesidades vinculadas con la salud o con la estética. Simplemente compensa la eliminación del trabajo físico, producto de una evolución sin control. ¡Chúpense esa mandarina!

¿Cómo es esta historia?

Muy simple. Y acá tomo algunos conceptos de la nota de Casciari. En los últimos cincuenta, cien, doscientos, quinientos años, dejamos de cortar leña y hacer un fuego para cocinar en microondas. Dejamos de cazar y compramos todo fresco o congelado. Dejamos de caminar o viajar a caballo para vivir arriba de autos que hasta hablan, de aviones que viajan más rápido que el sonido o de trenes bala. Tenemos máquinas que hacen prácticamente todo. Nos despierta una maquinita. Escuchamos las noticias en una máquina o las leemos en otra. Son máquinas las que usamos para hacernos café, jugo o tostadas. Alguna máquina nos traslada a nuestro trabajo, donde obviamente estamos rodeados de máquinas para todo. Volvemos a nuestra casa usando alguna máquina y allí nos jugamos, escuchamos música o nos informamos con máquinas, mientras otras máquinas nos preparan lo que vamos a comer. Y al dormir preparamos la máquina que nos despertará al día siguiente. Por supuesto, a lo largo del día, nos acompaña permanentemente “la maquina”, que ya no es sólo un teléfono, sino teléfono, más aparato de música, mini televisión y no sé cuántas cosas. Todo nuestro esfuerzo es el de controlar las máquinas. ¡No hay trabajo físico!

No llego a entender por qué nadie dice claramente estas cosas ¡Otra que salud y estética! Hoy tenemos pastillas para todo. Hasta el Viagra inventamos… Si hubiera realmente problemas de salud y de estética a resolver, ya habría algo específico para eso. Pero no, lo que hay, son gimnasios…

Los invito a reflexionar sobre este asunto. No vaya a ser que sigamos evolucionando y eso sea la causa de que los gimnasios se hagan cada vez más sofisticados y que uno deba pasar más tiempo en ellos. ¡Sería espantoso!

Ahora tengo que dejarlos. Me voy al gimnasio… :)