02 abril 2011

UNA REFLEXIÓN DESAPASIONADA SOBRE LA LIBERTAD DE PRENSA


Los ataques a los medios de prensa, la censura informativa o las diferentes maneras de condicionar a la prensa para que no pueda ejercer libremente su tarea de informar, no son cosas nuevas en nuestro país. Comenzaron el mismo 7 de junio de 1810, cuando Mariano Moreno distribuyó la primera edición de “La Gazeta de Buenos Ayres”, que la Primera Junta de Gobierno le había encomendado fundar con el objetivo de “anunciar al público los actos oficiales y las noticias exteriores y locales”. Tanto las noticias publicadas en la primera edición de ese primer diario, como el tono de la información, dejaron contentos a algunos pero molestaron a otros. Eso continuó ocurriendo de manera sistemática con el paso de los años. Y fue lo que llevó a los ocasionalmente disconformes con la información que se publicaba, a enfrentarse con los medios periodísticos y hasta a buscar maneras de evitar la publicación de noticias que los molestaran o los perjudicaran. Igual que pasa hoy.

Lo mismo pasó en el resto del mundo. Tanto en países respetuosos de la libertad de prensa, como en países sin tradición democrática y en países gobernados por tiranos y dictadores. Desde el año1609, cuando empiezan a circular los primeros diarios en papel en Alemania, Suiza, Austria, Bélgica, Gran Bretaña y Francia, el contenido de sus ediciones puso contentos a algunos e hizo hecho enojar a otros, generando reacciones como las que ya relaté.Quizás el caso que vale la pena destacar a modo de ejemplo, ya que se dio en el país supuestamente más respetuoso de la libertad de prensa en todo el mundo, es el del “Boston News-Letter”, el primer diario editado en los Estados Unidos, que salió a la calle a principios del año1701, pero fue clausurado no mucho tiempo después por el Gobernador de la Colonia de la Bahía de Massachussets, a quien no le gustaban algunas de las cosas que allí se contaban.

Ahora bien, no es lo mismo atacar a un medio de prensa, que censurar información o que tomar una medida que le impida aun medio de prensa ejercer libremente su tarea de informar. Se parecen en algunos aspectos, pero la gran diferencia está en que en ciertos casos se ataca la libertad de prensa y en otros no. Y voy a tratar de explicarlo.

Si las autoridades del Gobierno critican o atacan a un medio de prensa porque disienten con lo que ha publicado, o incluso porque no coinciden con su línea editorial, no creo que estemos ante un ataque a la libertad de prensa. Si se niegan a atender a un medio de prensa porque se sienten habitualmente atacadas o maltratadas, tampoco creo que estemos ante un ataque a la libertad de prensa. Si por el motivo que sea invitan a dialogar a algunos medios de prensa y no a otros, tampoco me parece que se este atacando la libertad de prensa. Se trata, en todo caso, de criterios equivocados, de actitudes torpes y hasta de errores en el ejercicio de la función pública. Pero los medios que se sientan afectados pueden perfectamente contar a sus lectores lo que pasa, ejerciendo esa libertad que le es propia.

Distinto es el caso de la censura, es decir cuando las autoridades del Gobierno formalmente no permiten que se difunda alguna información que un medio de prensa iba a publicar. O el caso en que las autoridades del Gobierno utilizan directamente o indirectamente artimañas que no constituyen una censura expresa, pero que en la práctica logran evitar que se conozca una información que iba a hacerse pública. Allí se viola la libertad de prensa, ya que los medios periodísticos no pueden contar lo que quieran contar u opinar sobre lo que quieran opinar.

En estos momentos, en Argentina están pasando ambas cosas.

Por un lado el gobierno critica o ataca a la prensa por lo que difunde o por lo que opina. Muchos funcionarios se niegan a hablar con aquellos medios periodísticos que los criticas. E incluso el acceso de medios periodísticos críticos del Gobierno, para hablar de las políticas públicas, está sumamente restringido o directamente vedado. Podemos discutir si la actitud que el Gobierno ha adoptado es correcta o no. ¡Pero no podemos decir que por que ocurre esto no hay libertad de prensa! De hecho, basta hojear cualquier diario que no apoye las políticas oficiales para encontrar todo tipo de críticas, ataques y denuncias, muchas veces muy graves, contra los funcionarios de esta administración, sus amigos y sus familias. Y que podamos leer eso indica, por lo menos, que los medios periodísticos pueden escribirlo y difundirlo.

Por otro lado, ocurren ciertas cosas que se parecen bastante a un ataque a la libertad de prensa. ¿Cuáles? Por ejemplo la dudosa medida de fuerza, basada en supuestos motivos gremiales pero claramente impulsada por sectores aliados al Gobierno, que le impidió a Clarín publicar su edición de domingo 27 de marzo pasado. Eso está, creo, dentro de las vías indirectas que muchas veces se utilizan para lograr el propósito de censurar información.

La tendencia es meter todas estas cosas en la misma bolsa y calificarlas como un ataque a la libertad de prensa. Incluso se le suma a estos problemas la denuncia contra un periodista que no paga sus impuestos y la distribución de la pauta publicitaria oficial, cuyo problema no es cómo se distribuye, ya que siempre se ha distribuido de la peor manera posible, sino simplemente que exista y que sea una de las herramientas más importantes con que el Gobierno cuenta para condicionar a los medios periodísticos.

Yo no coincido con esta forma de ver el problema.

Como expliqué antes, creo que hay actitudes del Gobierno que uno puede cuestionar pero que no limitan en modo alguno la posibilidad de los medios periodísticos de informar a la gente. Y creo que hay también actitudes del Gobierno que constituyen un ataque directo a esa libertad.

A las primeras creo que hay que combatirlas como uno combate las malas iniciativas que presenta un Gobierno en el ejercicio de su función. No se trata de una guerra, sino de diferencias de criterio, algunas de las cuales pueden ser importantes, pero no esenciales.

A las otras, las que constituyen un ataque a la libertad de prensa, hay que denunciarlas y hacer uso de todos los medios a nuestro alcance para erradicarlas y hasta para sancionar a los que las adoptan. Es este caso,la guerra es una guerra sin cuartel.

Lo no creo que sea sano es que, apelando a la libertad de prensa, tomemos parte en los problemas entre el Gobierno y los medios periodísticos, no permitamos que un funcionario se enoje cuando se siente injustamente criticado, defendamos al periodista que no paga impuestos o avalemos que el Estado disponga de dinero para repartir entre los medios periodísticos, exigiéndole solamente que lo haga en base al dudoso criterio de “ecuanimidad”.

La Libertad de prensa es demasiado importante para convertirla en la excusa de cualquier disputa entre el poder de turno y quienes se le oponen.

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