Aclaro, antes de ir al punto, que no soy un especialista en tecnología y mucho menos en Apple, salvo por el hecho de haber trabajado para su dealer local, a mediados de los ’80, cuando la empresa trataba de imponer su Macintosh 512.
Ahora sí, les cuento mis reflexiones y dudas.
El lanzamiento del IPad 2, el 23 de marzo pasado, me impactó mucho. Pero no por el producto, sino por otra cosa. Porque el equipo de marketing de Apple comenzó a armar el show para lanzar esta segunda versión de su “tableta” y llegó a la conclusión de que no podía evitar recurrir a la figura de Steve Jobs como presentador oficial.
No importó que Jobs hubiera anunciado apenas 42 días antes que dejaba la Presidencia de Apple, Inc. por problemas de salud, tal como había hecho temporalmente en el año 2004 debido a un cáncer de hígado y, también temporalmente, en el 2009 debido a un desajuste hormonal que lo obligó a someterse a un transplante de hígado.
Simplemente resolvieron que lo necesitaban, lo convocaron y él se presentó a lanzar el nuevo producto, aún cuando esta vez su renuncia no se anunció como algo temporal, como se había hecho en las dos ocasiones anteriores, y no se fijó una fecha de retorno a sus funciones.
Este asunto me dejó pensando.
Recordé de pronto un libró que había leído, allá por el año 1990, escrito por el ex Presidente de Pepsi, John Sculley, titulado “De Pepsi a Apple”, en dónde cuenta su experiencia cuando Apple lo convoca como CEO y, no bien comienza a trabajar, decide despedir a Jobs.
Fui entonces a algunos sitios financieros, a otros de tecnología y a algunos sitios de diarios de negocios y armé un gráfico que muestra la vinculación entre el valor de la acción de Apple en la Bolsa y las diferentes cosas que fueron pasando a lo largo de su historia. Aquí está (si no puede verlo correctamente, utilice el botón de abajo para abrirlo como pop up):
Y esto es particularmente así en una compañía que, como Apple, es sumamente admirada, tiene un negocio muy rentable, pero no compite en los estándares de la industria sino en nichos que ella misma desarrolla. Si deja de desarrollar esos nichos o de reformularlos de manera permanente, lo que encuentra son problemas.
El IPad, su último producto, que generó un verdadero boom de ventas, es una prueba de ello. La compañía creó el segmento de las “tabletas”, lanzó la suya y vendió centenares de millones. En el año 2010 terminó obviamente liderando el segmento con un increíble market share del 93%. Sin embargo, no bien sus competidores, todos ellos empresas más clásicas, comenzaron a lanzar sus productos alternativos, el negocio de Apple comenzó a retroceder. Sólo en los primeros 90 días del año 2011, su cuota de mercado cayó 20 puntos porcentuales. Y la expectativa es que, aunque se mantendrá como líder, su cuota del mercado será interesante, pero no abrumadora.
¿Qué va a pasar entonces si, por el motivo que sea, de repente Steve Jobs deja de estar disponible, ya no para presentar un nuevo producto, sino para lo más importante, que es concebirlo, desarrollarlo, lanzarlo al mercado e ir modificándolo para que su competencia no salga rápido a hacer algo parecido?
Obviamente no es una respuesta que yo tenga, pero si me piden una modesta opinión, diría que Apple se va a ver en problemas. En problemas serios. Tan serios, que pueden incluso poner en riesgo un negocio que hoy está más ligado al genio de un hombre que a la actividad de una empresa que lleva 3 años siendo, según Fortune, la más admirada del mundo.
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