CIVILIZACIÓN O BARBARIE

BUENOS AIRES, 23 DE DICIEMBRE DE 2009.- Abel Posse es un diplomático de carrera formado en Buenos Aires, que completó sus estudios sobre cuestiones políticas en París.

En la capital francesa tomó contacto con el mundo literario, se sintió cautivado y resolvió dedicar gran parte de su tiempo al estudio y la práctica de la literatura.

Se hizo así diplomático y escritor.

Fue exitoso en ambas disciplinas.

Como diplomático ocupó destinos relevantes en Sevilla y en Moscú, fue luego Cónsul en Venecia y finalmente Embajador en Perú y en la entonces Checoslovaquia, hoy República Checa.

Como escritor publicó alrededor de 20 novelas y ensayos que se editaron en casi 50 idiomas y con los cuales se hizo merecedor de una gran cantidad dee premios, entre los que se destacan el Premio Nacional de Literatura, el Premio Nacional Trienio y el Premio Rómulo Gallegos, la máxima distinción literaria que se otorga en América Latina.

A los 75 años es un hombre al que se puede calificar de culto, inteligente y talentoso.

En mi opinión, Abel Posse puede tener innumerables defectos, pero tiene todos los atributos de un hombre civilizado.

El Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, lo había designado hace algunos días Ministro de Educación.

Apenas 11 días después le pidió que renunciara al cargo.

El motivo aparente es que Posse es un hombre excesivamente formal para llevar adelante una gestión en la que una de las cosas más importantes es la negociación con la enorme cantidad de sindicatos vinculados al tema educativo.

Aparentemente Posse es excesivamente frontal porque tiene posiciones tomadas en temas sobre los cuales los políticos muchas veces no hablan.

Dice que cuando los maestros hacen huelga están usando a los chicos de rehenes en su disputa con el gobierno para definir cuál es su sueldo.

Dice que el que afirma tener vocación para enseñar pero deja sin clases a sus alumnos es un mentiroso.

Dice que vivimos en un país que por inseguro se ha convertido en peligroso.

Dice que la violencia se frena reprimiendo a los violentos y encarcelándolos para que la Justicia pueda aplicarles todo el rigor de la Ley.

Según dicen, los que presionaron a Mauricio Macri hasta llevarlo a la instancia de pedirle la renuncia a su Ministro, fueron los sindicalistas del ámbito de la educación de la ciudad de Buenos Aires, acompañados por algunos mal llamados “intelectuales”, que con la excusa de defender los derechos humanos, han puesto su intelecto a trabajar en la destrucción de cualquier estructura o institución que sirva para castigar a quienes no cumplen con las leyes.

Seguramente todos conocen a esa gente, ya que podemos verla en la tapa de los diarios, o hablando por radio, o mostrándose en televisión, o simplemente tomando algunos mates en el medio de la Avenida 9 de Julio.

Gente que en lugar de trabajar dedica días y días a sembrar el caos en el tránsito.

Gente que derrocha creatividad para producir carteles, ropa “de piquete”, bombos y todo lo que sea necesario para asegurarse que la gente que contratan para esas marchas esté a gusto.

Gente que se mueve con la complicidad de una policía que los cuida celosamente mientras aleja de mal modo a todo vehículo que cometa el pecado de querer circular por la calle por la que venía circulando tranquilamente.

Gente incapaz de explicar de dónde sacan la plata para movilizarse de ese modo.

Gente que nos recuerda, todos los días, que la barbarie es un dato contundente de nuestra realidad.

Bárbaros, no gente.

¡Qué lástima que en esta disputa entre civilización y barbarie haya ganado la barbarie!

No es lo que pasó cuando Argentina empezó a desarrollarse como país.

No es lo que pasa en los países más avanzados del mundo.

No es lo que necesitamos.

Si los Posse de Argentina empiezan a dejar sus cargos corridos por los bárbaros… que Dios nos ayude.