01 noviembre 2008

CUÁL ES LA VERDAD SOBRE CHINA...?

El politólogo francés Guy Sorman fue la primera persona en dar una voz de alerta sobre la situación en China.

Se instaló en ese país durante un tiempo largo, lo recorrió, lo estudió y elaboró sus propias conclusiones.

Hoy Sorman sostiene que ese supuesto milagro no es más que un pequeño cambio cosmético y afirma que, sin negar el potencial de esa nación, lo que el mundo está tomando como válido es una gran mentira.

Hay varias formas de acceder a la opinión de Sorman sobre este tema. La más obvia es comprar el libro. Otra es acceder al video de la conferencia que pronunció en el "think-tank" The Carnegie Council, que puede ubicarse en YouTube.com (hace click directamente en el ícono). Finalmente pueden leer la apretada síntesis de la charla que mantuvo durante su último viaje a la Argentina con el diario Río Negro:

P: ¿Admite usted que su diagnóstico va a contramano de lo que deduce una infinidad de análisis existentes sobre este tema?
GS: Bueno, no se trata de admitir o no. Yo simplemente estoy convencido, con argumentos, de que para que China se convierta en la potencia económica dominante, como suele decirse, tiene que resolver infinidad de contradicciones, muchas de ellas no necesariamente fáciles de asumir ni de resolver. Cuestiones que, para asumirlas y darles solución, de alguna manera implican negar mucho del sistema sobre el que se ha construido China en la posguerra. Por lo demás, una aclaración: yo no niego las posibilidades de la economía china, pero sostengo que por ahora no está en condiciones de transformarse en la potencia arrolladora que muchos vislumbran.

P: ¿La falta de un sistema político abierto está en el centro de la contradicción?

GS: Esa es una cuestión fundamental, muy condicionante o, si se quiere, determinante para la existencia de otras contradicciones. Se abre la economía pero no la política. Se define todo desde un sistema de decisión política vertebrado por el partido único e instituciones definidamente burocráticas con intereses incluso muy propios. Esto implica la existencia de instituciones muy alineadas a la dialéctica que tiene toda esa estructura de poder, lentas en reacción.

P: Se infiere de su libro que la obsesión china por transformarse en potencia decisiva en los destinos del mundo de alguna manera fractura toda posibilidad de llevar al país hacia la democracia. ¿Esto implica un orden de prioridades por parte de China?

GS: No. Lo que sucede es que el sistema político restrictivo, cerrado, de partido único, o sea, el Partido Comunista, es funcional al proyecto estratégico de convertir el país en potencia porque el proyecto de potencia es el sentido mismo del partido, lo que le da su razón de existencia (N. de R.: en su libro, Sorman sostiene que el “despegue económico no vuelve a China menos comunista, ya que el desarrollo es la justificación primera del marxismo; la negación de las libertades individuales siempre ha sido marxista-leninista, la dictadura y el partido único también”).

P: ¿Qué es el partido en la cotidianidad de China?

GS: El control de la sociedad, garante de orden. En China, el concepto de orden es muy particular. No funcionan más del 1.000 millones de seres si no es bajo cierta cultura del orden, la disciplina muy férrea y, por momentos, con atisbos de violencia muy dirigida a la castración directa de legítimas aspiraciones de la gente.

P: ¿El control en política de nacimientos?

GS: Por ejemplo... hay violencia y problemas muy serios, fundamentalmente en el inmenso interior rural de China, debido a las regulaciones que tiene la conformación de una familia.

P: Usted es muy crítico en cuanto al sistema mediante el cual China procura renovarse tecnológicamente: copiando. Sin embargo, ese método parece haberle dado muy buenos resultados al conjunto de los países asiáticos, especialmente a Japón. ¿Por qué critica a China en esto?

GS: Más que una crítica, yo diría que se trata de exponer un problema que hace a la formación de cuadros técnicos y profesionales. Las universidades chinas, tal como están conformadas, no facilitan el debate de ideas, la comunicación abierta y horizontalizada de los conocimientos... los mismos estudiantes se amoldan a un sistema que tiene mucho de burocratización en el manejo del conocimiento y en general se muestran muy pasivos. Por supuesto que ésta no es una situación estática, pero no lo es menos que hoy la creatividad, fundamento de toda universidad, en China está muy, muy lenta.
P: ¿No está el desempleo estabilizado en el 3,5%?.

GS: Este número oficial, invariable, se anuncia por adelantado a principios de cada año. Lo que hay de cierto en él no se puede realmente calcular: no se puede considerar ni empleados ni desempleados a los 100 millones de inmigrantes que se desplazan sobre el territorio y que, en función de las circunstancias, trabajan en una obra, en una mina o vuelven al campo. Tampoco se puede incluir a los millones de campesinos desocupados, sin tierra, o que viven en una parcela de tierra insuficiente; si tuviesen la posibilidad de dejar el campo para conseguir un empleo en la ciudad, lo harían. ¿Un 20% de desempleados en China? Es una cifra plausible. Este desempleo no sólo afecta a los humildes: las dos terceras partes de los ingenieros recibidos en las universidades chinas no encuentran un trabajo acorde con sus calificaciones en los tres años posteriores a la conclusión de sus estudios. El desempleo de los que tienen un título se debe a la naturaleza del desarrollo, que se basa más en la utilización masiva de una mano de obra poco calificada que en la investigación o en los servicios que necesitarían más calificaciones. Es entendible porque muchos de ellos parten para los Estados Unidos o Canadá.





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