25 junio 2010

EL ABSOLUTISMO MONÁRQUICO

Casi todo el mundo sabe que el “absolutismo monárquico” fue una forma de gobierno en donde el que ejercía el poder lo hacía sin ninguna limitación, de por vida y se lo transmitía a sus herederos, debido a que estaba allí por “decisión divina”. El símbolo de esta forma de gobierno es el Rey Luis XIV, que gobernó Francia durante la segunda mitad del siglo XVI y los primeros años del siglo XVII, a quien la historia, equivocadamente aunque quizás para “darle fuerza” al personaje, le atribuye la frase “El Estado soy yo”.

¿A qué viene esta referencia al absolutismo monárquico y a Luis XIV? A que es la imagen que se me presenta cada vez que gobierno y oposición se enfrentan en el Congreso Nacional por algún tema relevante y los grupos de la oposición logran unificar criterios para superar en la votación a los representantes del gobierno.

Aunque nuestro país la forma de gobierno es una democracia representativa, en donde coexisten tres poderes diferentes que se controlan entre ellos, la figura del Presidente de la Nación es, en los hechos, muy parecida a la figura de un típico rey europeo de fines de la Edad Media, e incluso a la de uno de esos reyes que ejercieron el poder durante el período del absolutismo político.

Más allá de lo que establecen la Constitución y las leyes, en Argentina el Presidente de la Nación cuenta con resortes institucionales y recursos económicos como para imponer su voluntad en cualquier momento y sobre cualquier tema.

Como ejemplos podemos nombrar los “Decretos de Necesidad y Urgencia” que le permiten legislar sin el Congreso Nacional, los procedimientos impositivos que le permiten disponer de cientos de miles de millones de pesos en forma arbitraria, los “Anticipos del Tesoro Nacional” que le aseguran los aliados políticos que necesite, las comisiones y consejos que le permiten controlar lo que hace la Justicia, y hasta un sistema de veto que le permite reírse de cualquier control legislativo.

Con todos esos recursos, con todo ese poder, es absolutamente lógico que a la Presidente de la Nación le importe poco y nada lo que piensen y hagan las fuerzas de la oposición.

El caso de los llamados “superpoderes”, tratado en estos días por la Cámara de Diputados y que será tratado por el Senado en muy poco tiempo, es un ejemplo clarísimo: si el gobierno gana la ley avanza y si pierde veta, generando un nuevo debate en el cual entrarán a jugar los otros recursos con que se puede lograr una victoria.

Esto no está ni bien ni mal, simplemente es así producto de un sistema que me parece viciado y que no fue inventado por la Presidente Cristina Kirchner ni por los presidentes que la precedieron. Que es así prácticamente desde siempre.

El final de este post no puede ser otra cosa que una pregunta: ¿Cómo resolvemos esto?

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3 Comentarios / DEJÁ EL TUYO:

Descreido anonimo dijo...

O sea que vos crees que el problema es el sistema y no que en el gobierno son unos prepotentes de mierda y en la oposicion unos inutiles?

Anonymous dijo...

:-P

anonimo dijo...

mu buen u blog :) =-X

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