15 abril 2010

EL ERROR DE OCULTAR, PROTEGER Y JUSTIFICAR A UN PERVERTIDO

BUENOS AIRES, 15 DE ABRIL DE 2010.- Vengo siguiendo con una extraña mezcla de sorpresa y lástima esta macabra historia de sacerdotes católicos que abusaron de niños y niñas durante mucho tiempo, que fueron ocultados y protegidos por autoridades de la Iglesia, y a los que ahora se intenta justificar a través de la mezcla de temas tan diferentes como la pedofilia, el celibato o la homosexualidad.

Me costó mucho ordenar mentalmente este asunto como para poder escribir alguna reflexión al respecto, ya que trata de un tema terrible para cualquiera, pero además muy doloroso para quienes nos sentimos parte de la Iglesia Católica.

Lo primero que quiero señalar es que los abusos sexuales contra niños y niñas de colegios y otras instituciones católicas que sacerdotes de la Iglesia Católica cometieron durante décadas en países como Australia, Austria, España, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Italia o México, están a mi juicio en el mismo nivel que los crímenes cometidos por los nazis contra los judíos en los campos de concentración de Europa durante casi quince años.

En segundo lugar, quiero expresar con mucha claridad que la actitud de las autoridades de la Iglesia que en su momento tomaron conocimiento de los abusos y resolvieron simplemente transferir a los sacerdotes abusadores a otros destinos e ignorar la obligación que tenían de denunciar penalmente esos hechos, fue lisa y llanamente una forma de ocultarlos y de protegerlos, convirtiéndose en sus cómplices.

Sin embargo me parece importante decir también que semejante conducta criminal o el ocultamiento y la protección de estos criminales no es algo propio de los sacerdotes de la Iglesia Católica.

Los abusadores son personas con un alto grado de perversión, que buscan excitación o placer sexual a través de actividades o fantasías con niños. Puede que se trate de sacerdotes, como ha ocurrido en estos casos, pero como es lógico suponer, ser sacerdote o ser sacerdote católico no es una condición para ser abusador sexual.

Lo mismo ocurre con los que ocultan y protegen a abusadores sexuales. Son personas malsanas que al convertirse en cómplices de esos abusadores no hacen más que equipararse a ellos en su perversión.

Sobre la base de este razonamiento, lo esperable hubiese sido una durísima e implacable acción de la Iglesia Católica como institución, que hiciera pagar a los abusadores y a quienes los ocultaron y protegieron por la enormidad de sus crímenes, seguida de un honesto y abierto pedido de perdón a la gran cantidad de víctimas de esta historia negra.

En este punto tengo que confesarme avergonzado por lo que se ha hecho hasta ahora.

No puedo sentirme satisfecho con las tibias declaraciones de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, ni con el silencio que prima entre la jerarquía de la Iglesia, y mucho menos con las desafortunadas declaraciones del Cardenal Tarcisio Bertone, que vincula la pedofilia a la homosexualidad en un intento por defender al celibato frente a quienes lo señalan como la causa de la perversión de los sacerdotes que cometieron los abusos.

Que un sacerdote sea un pervertido que abuse sexualmente de un niño es algo terrible pero lamentablemente puede ocurrir. Como puede ocurrir también con un rabino, con un maestro de escuela o con un jugador de rugby.

Que el superior de ese sacerdote abusador lo oculte y lo proteja es algo que también lamentablemente puede pasar. Igual que puede pasar con el superior del rabino, con el director de la escuela en que enseñaba el maestro, o el entrenador del equipo que integraba el jugador de rugby.

Lo que no puede pasar es que la institución de la Iglesia Católica no sancione de la forma más dura posible a ese sacerdote y a su superior, que el Judaísmo ignore la conducta del rabino y de su superior, que las autoridades educativas no hagan algo contra el maestro y el director de escuela o que el club de rugby deje pasar las conductas del jugador y de su entrenador.

Me hubiese encantado ver a la Iglesia Católica perpleja por lo ocurrido pero firme en el repudio de semejante atrocidad.

Me hubiese encantado ver a Su Santidad dolido pero furioso, como dice la Biblia que estaba Jesús el día que echó a latigazos a los mercaderes de las puertas de la Iglesia, acusándolos de querer convertirla en una cueva de ladrones.

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3 Comentarios / DEJÁ EL TUYO:

Cristina Manzano dijo...

Te contesto con las palabras de San Francisco de Sales: "Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo”. Pero al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: “Pero yo estoy aquí entre ustedes hoy para evitarles un mal aún peor. Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo -los que permiten que los escándalos destruyan su fe- son culpables de suicidio espiritual. Son culpables” dijo él “de cortar de tajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía”.

Patricia K. Pitaluga dijo...

Mat 18:6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.
Mar 9:42 Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.
Luc 17:2 Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.

Francisco Deane dijo...

Me da repugnancia y vomito a los abusadores. La pena es muy clara, que se pudran en la cárcel de por vida, su nivel es tan bajo , que el tipo de patología que padecen es el mas bajo y denigrante que puede existir.
La nota esta muy bien escrita.

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